Aliento del Cielo: Desecha Tus Cargas Innecesarias. Reflexión
En un pueblo caminaba un campesino con su cosecha
sobre las espaldas. Acostumbrado a caminar algunos kilómetros para llegar a su
hogar, inicia su trayecto por una calle poco transitada, llena de polvo y
soledad. Cada treinta minutos hace una parada para descansar de esas casi 100
libras de peso de su carga.
Muy pocas veces transita un vehículo, por lo cual
pierde toda esperanza de recibir ayuda. Pero este día es fuera de lo común. Un
vehículo a toda velocidad pasa a su lado dejándolo envuelto en una nube de
polvo. Sin embargo, el conductor hace una parada, ve al hombre y lo llama,
movido a misericordia y le dice:
-
¡Señor! Va camino al pueblo-
pregunta el conductor.
-
¡Sí! – exclama el campesino.
-
Súbase, lo llevo – dice el dueño del vehículo.
Ni lento ni perezoso, el
campesino sube a la parte trasera del pickup e reinician el recorrido. Pasan 10
minutos del viaje y el conductor se recuerda del campesino y observa a través
de su espejo retrovisor el cuadro. No lo puede creer. Es allí donde vuelve a
parar y se baja de su vehículo.
- ¿Algún problema? Pregunta
el campesino.
- Señor, yo le di la
oportunidad de que usara para mi vehículo para que descansara de su carga y
viajara más liviano.
- Así es – detalla el
campesino – Estoy muy agradecido por su apoyo, llegaré muy temprano a mi casa.
- Pero – exclama asombrado el
conductor – ¡Usted todavía lleva la carga sobre su espalda!, Puede ocupar la
cama del vehículo para ponerla allí y descansar.
- ¡Es cierto, verdad! Dice el
campesino bajando la carga. Avergonzándose por su mala decisión.
Parece una historia un poco
jocosa, pero muchos viajamos por la vida de la misma forma. Llevamos las cargas
del pasado. Libras de malas de decisiones. Kilos de errores. Quintales de
pecados. Malos pensamientos. Ira. Amargura. Odio. Deseos de venganza. Escombros
de una estima. Impotencia de mejorar. Mediocridad. Historias familiares que
avergonzarían a cualquiera. Son “nuestras” cargas. Hemos vivido con ellas.
V
iajado con ellas. Hemos transitado el dolor una y otra vez llevándonos un recuerdo. Hemos construido salones repletos de sufrimiento. Burla. Ansiedad. Preocupación. Nos quejamos de tenerlos, pero no los soltamos. Nos hacen daño, sin embargo, las cuidamos de que nadie nos las quite. Han tomado el control de nuestros pensamientos, nuestras acciones y de nuestro futuro.
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